Treinta y tantos...
Tengo treinta y tantos años y eso es un hito en mi vida. Por
primera vez desde que crucé la barrera de los 18 me siento y me considero un
adulto. Las responsabilidades que recaen en un adulto están en mi, también las
deudas y los fracasos de esta edad y sus crisis. Uno no anda más ligero a esta
edad, al contrario, los pasos pesan y se sienten en el cuerpo, no sé si por las
reumas que se acercan o por el peso del mundo que uno siempre siente que lleva
bajo los hombros. Más cosas me molestan, cosas que en otras épocas me hubieran
parecido divertidas o insignificantes ahora hacen de mi un ser humano más
cascarrabias y frases como "en mis tiempos" o "a tu edad
yo..." aparecen más y más seguido en mis conversaciones con gente joven.
Gente joven... ¿en que momento dejé de ser joven?
Sin embargo no todo es malo. Vivo en una época en la cual
gozo de la libertad de hacer lo que desee y a pesar de los juicios y las
críticas por mis decisiones, al final del día, me voy a la cama conmigo misma y
no con quienes me juzgan y, a menos que sepa que he hecho algo malo, duermo muy
a gusto con esa compañía. He llegado a una edad en donde me puedo dar el lujo
de eso y de mandar al diablo a todos los que deciden que mi estilo de vida no
es el más apropiado , o que "para la edad que tengo soy muy
infantil", "o que ya debería madurar". ¿Qué? ¿Acaso quienes me
juzgan pagan por mis juguetes e infantilismos? Dado que la respuesta es no,
puedo seguir dándome el lujo de jugar bajo mis reglas mis propios juegos.
Al fin y al cabo que, como nunca terminamos de crecer, de una manera u otra siempre somos niños viviendo en la infancia de una etapa a otra.
Soy más ruca, si, pero tomo más aviones de los que se me
van, paso muchas noches con la mejor de las compañías: yo, y cuando no, tampoco
me faltan amigos y amigas que igual que yo están locos en un mundo que se
empeña en desquiciarnos con plazos, tiempos, fechas pidiéndonos que vivíamos
más rápido para que la vida se sienta corta cuando lo que en realidad se quiere
es vivir más y feliz. No me falta el trago que me acompañe en mis soledades, el
fiel libro bajo el brazo y uno o dos gatos en el regazo o a mis pies. Tampoco
me falta música porque siempre descubro nueva, ni películas que a veces debe
uno ver en la compañía correcta y de la manera correcta, ni medidas salvajes
ante situaciones descabelladas que requieres un martillo, mucha paciencia y
absoluta fuerza bruta. No siempre hay una pareja a mi lado pero cuando la hay
la disfruto y he aprendido a no darla por sentado y cuando la situación apremia,
sé que puedo contar con mi familia que me abrazará y me aceptarán porque ya qué
le hacen, así soy y estoy "muy ruca para cambiar" (Ven, les dije que
no todo era malo).
Como a todos, la cartera aprieta los sueños y anhelos pero aun
así encuentro razones para vestir con nuevas combinaciones, reír a carcajadas
en plena madrugada, cambiar los colores de mi rutina y utilizar sonrisas
diferentes cada día, algunas más tristes, otras muy alegres, pero sonrisas al
fin.
Creo que si los pasos son más pesados a esta edad no solo se
debe al sobrepeso que ya no se va tan fácilmente sino a que en cada uno llevo
mis decisiones a cuestas y estas me hacen o no feliz y eso es lo más importante
en mi vida.
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