Oficialmente saqué a pasear a la Gorda por primera vez hoy y fue la primera vez que saqué a pasear a un perro en mis 33 años de vida y, tras un par de días muy poco esperanzadores y un maratón para ponerle su pecherita, salimos.
El recuento de hoy es:
Unas mallas grises perforadas por sus garras.
Como veinte marcas de pipí en todo el parque de república
Un baño accidental... a mi nalga derecha por los aspersores encendidos en el parque.
Una de los broches de la pecherita dañado antes de ponérsela, sólo durante la correteada.
Dolor de pies.
No alcancé a cenar. No tuve mi pizza.
Tampoco te tuve a ti, lo cual ya no es raro, pero siempre es doloroso.
Apesto a perro y mis gatos me miran con una expresión que me indica que en cualquier momento van a empezar a cantar "Infiel" de Ramón Ayala.
La Gorda, llegó feliz presumiendo su paseo y el Gordo, espera con ansias su turno.
Las dos fuimos felices al final del día, a pesar de nuestras soledades y constantes abandonos y olvidos mientras descubríamos que en el parque, más allá de nuestra zona de confort, hay luciérnagas brillando en el crepúsculo. A la Gorda le encantaron y yo recordé que no veía una desde que era niña y por un instante olvidé lo malo del presente y recordé la época en la que no había nada de esto dentro de mi y pensé que si me podía aferrar a los momentos como este de mi vida actual, sobreviviría un día más.
Como veinte marcas de pipí en todo el parque de república
Un baño accidental... a mi nalga derecha por los aspersores encendidos en el parque.
Una de los broches de la pecherita dañado antes de ponérsela, sólo durante la correteada.
Dolor de pies.
No alcancé a cenar. No tuve mi pizza.
Tampoco te tuve a ti, lo cual ya no es raro, pero siempre es doloroso.
Apesto a perro y mis gatos me miran con una expresión que me indica que en cualquier momento van a empezar a cantar "Infiel" de Ramón Ayala.
La Gorda, llegó feliz presumiendo su paseo y el Gordo, espera con ansias su turno.
Las dos fuimos felices al final del día, a pesar de nuestras soledades y constantes abandonos y olvidos mientras descubríamos que en el parque, más allá de nuestra zona de confort, hay luciérnagas brillando en el crepúsculo. A la Gorda le encantaron y yo recordé que no veía una desde que era niña y por un instante olvidé lo malo del presente y recordé la época en la que no había nada de esto dentro de mi y pensé que si me podía aferrar a los momentos como este de mi vida actual, sobreviviría un día más.
"¿Y si las luciérnagas no fueran lo que creemos sino deseos y pecados que se consumen uno a uno y arden al atardecer frente a nuestros ojos, sin darnos cuenta que contemplamos magia antigua de este mundo danzar en el parque de la esquina?", le susurró la perra a la niña antes de darle un beso y explicarle que hay más en este mundo que lo que los humanos podemos ver. Luego le sonrió con los ojos y la invito a correr y danzar entre los pecados consumidos. Y así lo hizo y ambas fueron magia consumiéndose y fuego. - El cuento de la luciérnaga, la perra y la niña
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