Doy mil y una vueltas en el
espacio de mi cama intentando recorrer el camino que me lleve hasta los sueños.
Es inútil. Tu ausencia no la puedo llenar de quimeras, ni el vacío que dejas
cuando te vas de ilusiones. El silencio de la noche, roto por los latidos del
corazón desbocado cuando te pienso, trae a mi mente el único momento de cordura
que tengo en este mundo de alucinaciones, de espejismos, de esperanzas que he
creado entorno a ti. Y, no sé porqué prodigio en ese instante, el microcosmos
que me rodea adquiere sentido. Es la soledad, la misma señora que enfría mis
sábanas y aisla sentimientos, quién teje los hilos de la gigantesca tela de
araña que me atrapa en la vigilia. Es la soledad quién me mantiene despierto
para que me dé cuenta de lo difícil que resulta no encontrarte a mi lado esta
noche, todas las noches. Es la soledad, la misma dama dueña de mi desesperanza
y mis entelequias, a quién temo. Es ella quién provoca mi insomnio y me hace
esperar lo imposible. Por eso, cuando me encuentres, estaré despierto aunque
tal vez, en ese momento ya solo sea un espejismo y tú la luz del día. De lo que
sí estoy convencido es que en la habitación sonará esta melodía...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario