martes, 24 de enero de 2017

El Cuento de Crujito y Leoncito -22 de Enero de 2016

Soñé que mi jefe era un langostino bebé con traje de astronauta amarillo llamado "Crujito". Juntos viajábamos por el espacio en una nave. Yo también tenía un traje de astronauta color amarillo y a veces, era color lila, con muchos aros esponjosos para rebotar dentro de cabina cuando activabamos la gravedad cero.

Un día Crujito y yo íbamos a recoger a un pequeño león que tenía la mitad izquierda de su cuerpo rapado y que usaba gafas grandes especiales porque no veía bien. A un costado de su cabeza tenía una cicatriz que le recorría desde el cráneo hasta la mitad de su omóplato. Lo habían operado para salvarle la vida y nosotros debíamos llevarlo a un refugio de animales en Nueva África. Durante el viaje el leoncito bebé lloraba mucho y me decía balbuceando que extrañaba a su mami y que a ella la habían matado frente a él los cazadores. Una noche me levanté y traje a leoncito a mi cama y lo acurruqué y le canté y así durmió tranquilo. Todas las noches del viaje Leoncito venía a que le contara cuentos y canciones y se dormía en mis brazos.

Otra noche Crujito se sentía mal y lo llevé a mi cuarto y durmió en la cama con nosotros en un cojín con forma de mini camita en la cabecera del lado izquierdo mientras Leoncito me abrazaba al dormir.

Finalmente, tras casi un año de viaje, llegamos a Nueva África y al refugio. Era hermoso. "Pero los cuidadores no abrazan a los leones para dormir", dijo Leoncito, "ni les cuentan cuentos ni cantan juntos, ni juegan a Garra contra Mano" (nuestro juego de vencidas en el que terminábamos revolcándonos en el piso). Con tristeza dejé a Leoncito y me alejé. Y él empezó a llamarme, "No me dejes, mamá humana... No me dejes, mamá". Y peleaba por alcanzarme empezó a llorar y gritar y a gruñir. Y me gritó fuerte con su voz de niño "¡Mamá!" y los cuidadores dijeron, "es muy tarde. Ya no podemos reintegrarlo. Deben llevárselo y regresarlo al lugar de donde lo trajeron".

Crujito y yo subimos a Leoncito a la nave con una mezcla de tristeza y alegría. Una vez arriba le quitamos su cadena del cuello (se la habían puesto en Nueva África) y mientras viajábamos sin saber que hacer, Leoncito se echó a mis pies en los controles y me dijo mientras los tres contemplábamos el espacio a través del enorme parabrisas de la nave, "¿Y si vamos por un helado, mami?... Quiero uno grande de vainilla" y escondió su carita entre sus patitas y sonrió. Y Crujito y yo sonreímos. Y ese día, en ese tiempo en esa galaxia fuimos por un helado grande de vainilla.


"Es por eso que no debes cenar pesado, Rocío"– El Libro de Hoy





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