martes, 19 de julio de 2011

YO SOY AQUEL


Yo soy aquel

de Guadeloupe Ortica, el Martes, 12 de julio de 2011 a las 9:56

Por Xosé Castro Roig

Como en la canción de Raphael: «yo soy aquel…» que pasó largas horas investigando esos términos que leíste en ese manual técnico, proponiendo, con osadía a veces, un vocabulario que, por primera vez iba a ser impreso o leído, con cierto temor a abrir brecha, y con la satisfacción posterior de ver cómo la gente pronunciaba palabras que una vez fueron mías y ahora son de todos. Yo soy aquel que se preocupó de que la palabra estuviera llena de significado —igual que un guiso debe tener su sazón—, que fuera fácil de digerir y que recordara con claridad sus ingredientes y sus orígenes, que tuviera retrogusto a contenido pleno.

Yo soy aquel que te permitió entender a ese ponente afamado que no hablaba tu idioma; aquel que supo no solo traducir sus palabras, sino sus emociones; yo soy aquel que te permitió cerrar ese importante negocio con aquella empresa de aquel país; aquel que lees sin saber cuando buscas ayuda para hacer tantas cosas comunes, como poner una lavadora o configurar tu teléfono.

Yo soy aquel que buscó mofas y contó chistes en alto a sus amigos, cerveza en mano —sin que ellos supieran que servían como cobayas—, pues quería saber si esa broma funcionaría para traducir ese chiste tan local e intraducible de aquella película extranjera. Yo soy aquel que, como otras veces antes, te hizo reír y te hizo olvidar, por un momento, que aquella realidad, la de la película y la de ese cine con olor a ambientador, no era la tuya, el que te ayudó a zambullirte en aquella pantalla parpadeante. Yo soy aquel que, apenas unos minutos después, pergeñó ese diálogo en tu lengua materna — la que aprendiste de tu madre y, por tanto, te hace sentir de otro modo—; aquel que preparó, decía, escalón por escalón, en una suerte de in crescendo emocional, una rampa por la que dejé caer esa palabra-bomba que te hizo sentir presión en los ojos, y llenó tu párpado inferior de lágrimas hasta que se desbordaron como en una fuente de piedra; aquel que te llevó a ese punto de inflexión que, de repente, te hizo darte cuenta de que no respirabas y te forzó a suspirar en la oscuridad de la sala; aquel que te ayudó a encontrar el pañuelo en el bolsillo.

Yo soy aquel que sintió que también recibía en parte tus aplausos cuando celebraste el Óscar al mejor guión; aquel que brindó cuando ese libro se convirtió en un éxito de ventas; aquel que citas sin saber cuando citas a tantos sabios, vivos o muertos, que no hablaron tu lengua, desde Aristóteles a Groucho Marx; aquel que te hace detenerte para apoyar el libro abierto sobre el pecho, y te ayuda a saborear esas últimas palabras que has leído.

¿Sabes ya quién soy? Puede que me hayas visto: en algunas ocasiones, estoy en una cabina; en otras, tomo notas junto a un personaje conocido y le susurro al oído; a veces, estoy sentado en una esquina de la mesa o me cuelo —como de rondón— en una foto, en medio de dos dignatarios. Me hayas visto o no, lo que es seguro es que me has sentido: llevo contigo toda tu vida, acompañándote a ratos, cuando lees, escuchas, navegas o miras. Yo soy el intérprete, el traductor... yo soy aquel.

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