lunes, 8 de septiembre de 2014

Treinta y tantos...

Treinta y tantos...

Tengo treinta y tantos años y eso es un hito en mi vida. Por primera vez desde que crucé la barrera de los 18 me siento y me considero un adulto. Las responsabilidades que recaen en un adulto están en mi, también las deudas y los fracasos de esta edad y sus crisis. Uno no anda más ligero a esta edad, al contrario, los pasos pesan y se sienten en el cuerpo, no sé si por las reumas que se acercan o por el peso del mundo que uno siempre siente que lleva bajo los hombros. Más cosas me molestan, cosas que en otras épocas me hubieran parecido divertidas o insignificantes ahora hacen de mi un ser humano más cascarrabias y frases como "en mis tiempos" o "a tu edad yo..." aparecen más y más seguido en mis conversaciones con gente joven. Gente joven... ¿en que momento dejé de ser joven?

Sin embargo no todo es malo. Vivo en una época en la cual gozo de la libertad de hacer lo que desee y a pesar de los juicios y las críticas por mis decisiones, al final del día, me voy a la cama conmigo misma y no con quienes me juzgan y, a menos que sepa que he hecho algo malo, duermo muy a gusto con esa compañía. He llegado a una edad en donde me puedo dar el lujo de eso y de mandar al diablo a todos los que deciden que mi estilo de vida no es el más apropiado , o que "para la edad que tengo soy muy infantil", "o que ya debería madurar". ¿Qué? ¿Acaso quienes me juzgan pagan por mis juguetes e infantilismos? Dado que la respuesta es no, puedo seguir dándome el lujo de jugar bajo mis reglas mis propios juegos.

Al fin y al cabo que, como nunca terminamos de crecer, de una manera u otra siempre somos niños viviendo en la infancia de una etapa a otra.

Soy más ruca, si, pero tomo más aviones de los que se me van, paso muchas noches con la mejor de las compañías: yo, y cuando no, tampoco me faltan amigos y amigas que igual que yo están locos en un mundo que se empeña en desquiciarnos con plazos, tiempos, fechas pidiéndonos que vivíamos más rápido para que la vida se sienta corta cuando lo que en realidad se quiere es vivir más y feliz. No me falta el trago que me acompañe en mis soledades, el fiel libro bajo el brazo y uno o dos gatos en el regazo o a mis pies. Tampoco me falta música porque siempre descubro nueva, ni películas que a veces debe uno ver en la compañía correcta y de la manera correcta, ni medidas salvajes ante situaciones descabelladas que requieres un martillo, mucha paciencia y absoluta fuerza bruta. No siempre hay una pareja a mi lado pero cuando la hay la disfruto y he aprendido a no darla por sentado y cuando la situación apremia, sé que puedo contar con mi familia que me abrazará y me aceptarán porque ya que le hacen, así soy y estoy "muy ruca para cambiar" (Ven, les dije que no todo era malo).

Como a todos la cartera aprieta los sueños y anhelos pero aún así encuentro razones para vestir con nuevas combinaciones, reír a carcajadas en plena madrugada, cambiar los colores de mi rutina y utilizar sonrisas diferentes cada día, algunas más tristes, otras muy alegres, pero sonrisas al fin.

Creo que si los pasos son más pesados a esta edad no solo se debe al sobrepeso que ya no se va tan fácilmente sino a que en cada uno llevo mis decisiones a cuestas y estas me hacen o no feliz y eso es lo más importante en mi vida.

Buenos treinta son estos... buenos treinta.

¡Felices treinta y tantos para ustedes!

Escrito por mi, Chío

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