lunes, 27 de enero de 2014

Doy mil y una vueltas en el espacio de mi cama intentando recorrer el camino que me lleve hasta los sueños. Es inútil. Tu ausencia no la puedo llenar de quimeras, ni el vacío que dejas cuando te vas de ilusiones. El silencio de la noche, roto por los latidos del corazón desbocado cuando te pienso, trae a mi mente el único momento de cordura que tengo en este mundo de alucinaciones, de espejismos, de esperanzas que he creado entorno a ti. Y, no sé porqué prodigio en ese instante, el microcosmos que me rodea adquiere sentido. Es la soledad, la misma señora que enfría mis sábanas y aisla sentimientos, quién teje los hilos de la gigantesca tela de araña que me atrapa en la vigilia. Es la soledad quién me mantiene despierto para que me dé cuenta de lo difícil que resulta no encontrarte a mi lado esta noche, todas las noches. Es la soledad, la misma dama dueña de mi desesperanza y mis entelequias, a quién temo. Es ella quién provoca mi insomnio y me hace esperar lo imposible. Por eso, cuando me encuentres, estaré despierto aunque tal vez, en ese momento ya solo sea un espejismo y tú la luz del día. De lo que sí estoy convencido es que en la habitación sonará esta melodía... 

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