lunes, 27 de enero de 2014

- ¡Hemos atrapado al Sol! ¡El Sol es nuestro! - gritaban eufóricos hombres y mujeres alrededor de una extraña estructura de apariencia metálica.

- ¡Por fin lo tenemos! ¡El Sol nos pertenece! – repetía una y otra vez la muchedumbre cada vez más exaltada, dando vueltas sin orden alguno.

Contaban las antiguas leyendas de aquél pueblo que quién lograse apoderarse del Sol, tendría para siempre su luz y calor y no existiría sobre la Tierra raza más poderosa. Para eso habían trabajado ellos. Y sus antepasados. Y los antepasados de sus antepasados. Hasta llegar al origen que nadie podía recordar. Nadie, excepto una niña que contemplaba la escena representada por la multitud desde un pequeño montículo cercano a ella. Sabía, porque así se lo habían contado sus padres y los padres de sus padres y los padres de los padres de sus padres así hasta llegar al origen, el porqué que unos hombres y mujeres habían decidido un día, hace miles de años, embarcarse en una obra entonces imposible y hoy, por lo que anunciaba el estruendo de la masa, culminada con éxito.

La muchacha conocía que, en el principio de los tiempos, se habían reunido las gentes de su pueblo para determinar cuál era la mejor forma de dominar la Tierra. Llegaron a una rápida conclusión y era que, para hacerse con la Tierra, debían conquistar el corazón de todos sus habitantes. Y se pusieron a hacerlo enseguida. Pronto se dieron cuenta que aquello era imposible. La envidia, la desconfianza, la vanidad, el miedo y la ira habían hecho prisioneros a los corazones de los hombres. Fue entonces cuando buscaron una solución en el cielo y allí vieron al Sol. “Si lo capturamos lo tendremos sólo para nosotros y los demás habitantes de la Tierra vendrán a ofrecernos sus corazones”.

Era una tarea titánica, de héroes. Una y mil veces empezaron a construir una estructura capaz de superar, no sólo la distancia que separaba la Tierra del Sol, sino también el terrible calor que desprendía el Astro. Una y mil veces fracasaron en su empeño, pero la fuerza del pensamiento colectivo de poder era muy superior a cualquier atisbo de abandono de la Empresa. Tardaron cientos de miles de años, pero ahí estaba el final. Lo habían conseguido. El Sol, el Rey, la Estrella por excelencia pendía del cielo inmóvil, atrapado en una compleja agrupación metálica hecha de una aleación ignífuga que había sido capaz de detener su órbita y ponerla a disposición de aquellos hombres y mujeres.

Y resultó que el frío llegó a los otros pueblos de la Tierra, helándose los caminos. Grandes masas de hielo bloquearon todas las rutas haciendo imposible el tránsito hasta la ciudad cálida.

 Y no pudieron llegar hasta Ella para hacer la particular ofrenda de sus corazones.

Y, en esas frías tierras, no creció más Vida, muriendo todos sus habitantes…

 Los ciudadanos de la tierra cálida, viendo que no existía nadie ni nada que someter, empezaron a querer hacerlo entre ellos y se enzarzaron en una lucha fraticida sin fin. Hasta que murieron todos… menos la niña que conservaba la memoria de un pueblo que ya no existía, de una raza extinta, de una humanidad desaparecida.

 Decidió accionar el mecanismo del gran amasijo metálico que permitiese liberar al Sol. Lo hizo.

Y el Astro, el Rey, reinició su órbita mientras por todo el Planeta se oían las voces de...




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